Por:
Gonzalo García García
En el presente artículo, el filósofo e investigador de temas lingüísticos, Luis Gonzalo García García, reflexiona sobre el hallazgo de hablantes de una lengua que se creía extinguida en la zona central de nuestro país: un lugar harto complicado por el continuo enfrentamiento entre las fuerzas del orden y los remanentes terroristas, aliados del narcotráfico, en la zona del VRAEM.
Los recursos naturales son una bendición del planeta Tierra, y se aprecian en los paisajes o espléndidos lugares que el mundo nos brinda. Pero hay otra riqueza que yace en la historia de los lugares construidos por nuestros antepasados que vivieron y convivieron en circunstancias que a veces resulta interesante o curioso para la imaginación de alguien en la actualidad: no es tan fácil imaginar cómo se vivió hace 100 o 150 años y qué lengua o dialecto utilizaban.
En el Perú, hay 48 lenguas catalogadas como indígenas u originarias, pero hay más idiomas que son clasificados como extintos (Minedu 2018, p. 9), es decir, que ya no son habladas ni enseñadas a niños como lengua materna (tal como el que se hablaba en el antiguo Egipto hace 5000 años, que ya no tiene hablantes). Una de esas lenguas que figuran como extintas, es el “Cholón”.
No obstante, hay registros que conservan el valor de una lengua que cuenta con al menos un hablante, es decir, alguien que puede hablar, cantar o narrar una historia en lenguaje cholón.
Desde la época en que Pedro de la Mata (s. XVIII) hizo un recuento de palabras y expresiones del cholón, se han realizado investigaciones que toman en cuenta la cantidad de vocablos de la lengua que son propios de ella y que guardan similitud con otras.
Esta lengua se dio por extinta hace varios años, pero los registros con los que se contaban, indicaron que había posibilidades de encontrar algún hablante desde fines de la década de 1990, ya que los últimos registros datan de aquellos años. Lo más sobrecogedor, fue la dificultad geográfica para acceder a la zona de influencia de dicha lengua, como otras que se encuentran en peligro de extinción o que se hallan en zona de conflicto por el tema de los narcóticos. Empero, el interés en la investigación lingüística y consideración de la riqueza cultural, llevaron las esperanzas más allá de las puertas cerradas.
En la extensión del sector que comprende el Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) se encuentra el valle del Monzón, en Huánuco, zona agrícola donde se localiza la herencia de esta lengua. En esa zona solía haber más hablantes de cholón, hasta que se redujo el número, y los registros oficiales del Estado peruano la catalogó como extinta.
En el valle del Monzón se encuentra Cachicoto, un lugar que está muy cerca de su aniversario 60 y no cuenta con hablantes de cholón. Sin embargo, la ubicación de la lengua en el mapa etnolingüístico del Perú, se localiza hacia el norte de Cachicoto, donde, justamente, se encuentra Juanjuí, en la región San Martín (caluroso lugar con un hablante de esta lengua).
En medio de una investigación en 2021 liderada por el lingüista Luis Miguel Rojas-Berscia, la maravillosa contribución del hablante Martha Pérez Valderrama y su hija Susy Caroly Tangoa, y con la colaboración de quien suscribe el presente artículo (filósofo de profesión), se concretó un registro que coloca al alcance general de esta lengua: el cholón o lengua cholona, de la familia hibito-cholón.
El estudio de lenguas requiere la atención de profesionales que sepan manejarse con la delicadeza respectiva ante las autoridades, tanto del gobierno como de la academia, dado que los intereses que deben priorizarse, en gran medida son el bienestar de los hablantes y los investigadores, sobre todo en zonas que merecen cuidado y atención que, por motivos delictivos, resultan adversos al conocimiento y preservación del patrimonio humano, como el tema del narcotráfico en el VRAEM.
Entretanto, resaltar la presencia de esa lengua, en la actualidad, es motivo de alegría. Para conocerla es posible ver los nuevos registros que la investigación académica ofrece, revalorando y reconsiderando que alguien pueda expresarse en una lengua que forma parte de la riqueza de un país, compartido por gente que aprecia lo que es (y lo que será) en la medida de cómo se siga valorando lo que tenemos, más aún si es algo que estamos perdiendo o que ya dimos por perdido, como lo que cada lengua tiene consigo: cultura y herencia familiar, social e histórica.
(*) Investigador, licenciado en Filosofía.