El reciente ataque con drones realizado por Ucrania contra varios aeródromos rusos que albergan bombarderos estratégicos ha vuelto a poner sobre el tapete la disyuntiva de nuestros días: ¿serán necesarios los aviones de combate en la guerra aérea, no ya hablando en términos de largo ni mediano plazo, sino de corto plazo? Se trata de una interrogante tan sugerente como controversial, que no voy a responder de manera concluyente, pues es difícil hacerlo. Pero sí voy a brindar información suficiente para que cada uno saque sus propias conclusiones.

El ataque que motiva este artículo es el que tuvo lugar el 1 de junio, cuando un centenar de drones ucranianos atacaron cuatro bases aéreas, dos de ellas situadas en lo profundo del territorio ruso. Los drones fueron introducidos en Rusia escondidos en camiones, colocados en los alrededores de los citados aeródromos y activados de manera remota, en una operación tipo Caballo de Troya. La cercanía a los objetivos impidió que la defensa aérea de las bases tuviera tiempo de reaccionar.

Pérdidas significativas, lacerantes

Los ucranianos reclaman la destrucción de nada menos que 40 bombarderos rusos, entre Tu-22, Tu-95 y Tu-160, e incluso de un A-50, avión de alerta temprana y control aerotransportado (AWACS). De ser cierta esta cifra, significaría la pérdida de un tercio de la aviación estratégica rusa. Sin embargo, las imágenes satelitales solo muestran una docena de aeronaves destruidas o dañadas, lo cual no quita, aun con estos números, que se trate de un serio menoscabo del poder aéreo ruso.

Los tipos de bombarderos nombrados juegan un papel clave en los ataques aéreos que Rusia realiza en territorio ucraniano, pues son los encargados de lanzar misiles de crucero Kh-22, Kh-101 y Kh-555 contra objetivos estratégicos. Pero no solo eso, dado que también forman parte de la tríada nuclear rusa, razón por la que el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, ha recordado a Estados Unidos la necesidad de salvaguardar el principio de estabilidad estratégica, que debe regir las relaciones de las potencias nucleares.

Otros ataques exitosos (y peligrosos)

A propósito de la estabilidad estratégica, y de los drones, hay que recordar que, en mayo del 2024, estos aparatos atacaron dos radares de alerta temprana rusos: uno ubicado en Armavir, al este de Crimea, y otro en Orsk, en el sur de Rusia, cerca de Kazajistán. A tener en cuenta que, en este último caso, los drones tuvieron que recorrer más de 1,500 kilómetros, distancia que trae a colación el anuncio que hizo Volodímir Zelenski en marzo pasado, acerca de que el Ejército ucraniano había probado con éxito un dron de 3,000 kilómetros de alcance.

De más está decir que los golpes lanzados contra los radares de alerta temprana rusos son un acto temerario, por decir lo menos, si se tiene presente que se trata de elementos clave en la estructura de seguridad nuclear de Estados Unidos y Rusia, toda vez que su función consiste en detectar, con anticipación, un ataque nuclear. De hecho, en teoría, la embestida a estos activos militares críticos puede generar una respuesta nuclear, limitada o masiva, motivo por el que, trascendió en su momento, Washington pidió a Kiev que deje de atacarlos.

Enjambres de drones inteligentes

El caso es que los drones aéreos utilizados por Ucrania, así como por Rusia, no solo atacan aeródromos, sino también refinerías, depósitos de combustible y de municiones, y fábricas militares, amén de vehículos de combate y soldados a pie, ya sea que estos últimos estén desplazándose o en sus trincheras. Y actúan cada vez más en enjambres, compuestos por cientos de aparatos, a los que, poco a poco, la inteligencia artificial está permitiendo que aprendan a coordinarse sin interferencia humana.

En este contexto, hay drones que, armados con escopetas o fusiles de asalto, ya combaten con otros en el aire, e incluso hay reportes de que también están derribado aeronaves. En lo que va del año, por ejemplo, Ucrania asegura haber abatido, por lo menos, dos aparatos rusos: un Tu-22, en abril, justo cuando aterrizaba, aunque sin nombrar el lugar donde habría tenido lugar el suceso; y un Su-30, en mayo, con un misil disparado desde un dron naval situado en el mar Negro.

Mirando el futuro con ojos del pasado

Pues bien, ¿qué nos dice todo esto acerca de la guerra aérea? Que, se quiera o no, los drones serán determinantes en los conflictos armados del futuro inmediato, no del futuro mediato, como son ahora importantes, muy importantes, en la guerra ruso-ucraniana. A este respecto, Ucrania se ha propuesto este año fabricar 4,5 millones de drones de todos los tipos, esto es, tres veces más la cantidad producida en el 2024; mientras que el Reino Unido acaba de anunciar que multiplicará por diez sus envíos de drones a Ucrania, pasando de 10,000 a 100,000.

Y es que el hecho de que se trate de aparatos pequeños, baratos, fáciles de producir y cada vez más autónomos, con una eficacia y letalidad comprobadas, lleva a preguntarse si, a estas alturas, vale la pena seguir optando por sistemas de armas convencionales, caros, pesados y tripulados. En este marco, la reciente revisión estratégica de la política de defensa del Reino Unido contempla que, en un futuro no muy lejano, solo el 20 % de su equipo bélico esté constituido por plataformas tripuladas: el resto serán drones reutilizables y de un solo ataque.

❯❯ Carlos Rada Benavides es analista de temas internacionales y de seguridad.

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