Estados Unidos (EE.UU.) y Rusia son, en ese orden, los mayores exportadores de armamento del planeta y que, en los últimos años, el primero recurre a presiones de distinto tipo para sabotear la venta de los equipos que ofrece el segundo, que incluyen sanciones a empresas y/o funcionarios de países involucrados en ella. Esto ha incrementado, a su favor, la brecha que separa a ambas potencias en el despiadado mundo de la exportación de armas.
La solicitud formulada por el Comando Sur de EE.UU. a los países latinoamericanos que cuentan con armamento ruso para que se lo donen a Ucrania, conlleva no solo un interés geopolítico de orden coyuntural, que es ayudar a ese país a resistir el embate de Rusia, sino que se inscribe en el objetivo estratégico de Washington de neutralizar la presencia militar de Moscú en la región, asunto que está asociado a la Defensa Nacional del Perú.
El requerimiento de EE.UU. alcanza a los nueve países latinoamericanos que –unos más, otros menos– cuentan con armamento ruso/soviético: Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Nicaragua, Perú y Venezuela. Sin capacidad para llegar a los bolivarianos, aliados de Rusia, no ha tenido éxito con relación a los demás, pues Argentina, Brasil, Colombia y México, aduciendo un espíritu pacifista, ya se han negado a entregar equipo bélico a Ucrania
Perú, muchas armas rusas
De los países descritos, Perú, junto a Cuba y Venezuela, es el que cuenta con el mayor arsenal de armas rusas de la región, sobre todo en los ámbitos aéreo y terrestre: aviones de combate MiG-29 y de ataque Su-25, y helicópteros Mi-17, Mi-25 y Mi-35; así como tanques de batalla T-55, obuses D-30, lanzadores de cohetes BM-21, misiles antitanque Kornet, y cañones (ZSU-23-2), vehículos (ZSU-23-4) y misiles (S-125) antiaéreos.
Gran parte de este armamento fue adquirido durante el gobierno de Juan Velasco (1968-1975) y sirvió para repeler las incursiones militares ecuatorianas de 1981 y 1995. A raíz de este último conflicto se hizo evidente la necesidad de reemplazar los aviones de combate Su-22, por lo que, tres años más tarde, aunque en una operación dolosa, se adquirió en Bielorrusia 18 MiG-29 y 18 Su-25, de segunda mano, así como en Rusia tres MiG-29 nuevos.
Mantenimiento y modernización
En años anteriores, Rusia ha modernizado una parte de la flota de MiG-29. Además, entre el 2017 y el 2019, la Fuerza Aérea del Perú (FAP) mostró interés en adquirir un lote de MiG-29M/M2, una versión más moderna de los aparatos que posee. En cuanto a la renovación de los vetustos T-55, entre el 2015 y el 2017, Rusia ofreció al Ejército del Perú (EP) tanques de batalla modernos (T-72, T-80 y T-90), sin que las negociaciones llegaran a buen puerto.
El acuerdo de asociación estratégica suscrito entre Perú y Rusia en el 2015, asimismo, permitió levantar en Arequipa un centro de mantenimiento de helicópteros rusos, inaugurado seis años más tarde. Ello con el fin de atender la demanda de Latinoamérica y el Caribe, dado que la mayor parte de los países de la región que adquirieron armamento ruso en los últimos años optaron por este tipo de aparatos.
Carne en el asador
Ahora bien, mientras llegan a Ucrania los potentes tanques de batalla occidentales prometidos (Challenger 2, Leopard 2 y M1 Abrams), Washington quisiera proporcionar a Kiev T-72, entregados por países de Europa Oriental al inicio de la guerra, e incluso T-62. Pero en la región solo Cuba, Nicaragua y Venezuela disponen de ellos. Los T-55 en poder de Cuba y Perú, de más está decir, no son tomados en cuenta para la ecuación, debido a su obsolescencia.
Salvo por eso, como ya se ha dicho, el Perú dispone de diversos sistemas de armas rusas que, definitivamente, podrían ser de interés para Ucrania, incluidos los MiG-29 y Su-25. Hay que tener en cuenta que la Fuerza Aérea del país eslavo tiene en su inventario MiG-29, que se mantienen operativos gracias a las piezas de repuesto que, con el patrocinio de EE.UU., le han proporcionado países de Europa Oriental que disponen de estos aparatos.
Pros y contras
El caso es que la propuesta de Washington pasa por reemplazar con material estadounidense el armamento ruso que se envíe a Ucrania. Ello puede resultar beneficioso, al menos en el corto plazo, si se consideran los problemas que afronta la industria militar rusa para cumplir sus compromisos internacionales, ocupada como está en suministrar a las tropas en el frente los equipos que necesitan para cumplir su misión.
No obstante, se trata de un ofrecimiento que hay que sopesar con cuidado, dado que consideraciones de naturaleza política podrían llevar a EE.UU. a suspender el suministro de repuestos necesarios para la operatividad de su armamento. Este hecho afectaría la libertad de acción del Perú en el marco de una crisis internacional, así como el desempeño de nuestras Fuerzas Armadas en caso de un conflicto armado.
❯❯ Carlos Rada Benavides es analista de temas internacionales y de seguridad.