Este 22 de abril se conmemoran 28 años de la histórica operación Chavín de Huántar, una hazaña militar que rescató a 72 rehenes tras 126 días de cautiverio a manos del MRTA, y que permanece en la memoria nacional como símbolo de valentía y estrategia. En esta fecha clave, conversamos con el general PNP en retiro Carlos Rada Pérez, quien, al mando de la DINOES, fue el primer responsable de diseñar un plan de rescate. Con precisión y espíritu reflexivo, Rada comparte detalles inéditos de la planificación policial, reconoce el impecable accionar de las Fuerzas Armadas, y ofrece una mirada crítica sobre los desafíos actuales que impone el crimen organizado al país.

— General Rada, usted fue la primera autoridad operativa en ser convocada para formular un plan de rescate. ¿Cómo se organizó la Policía Nacional en esos primeros días de crisis?

Recibimos el encargo de manera inmediata. Como jefe de la Dirección Nacional de Operaciones Especiales (DINOES), movilicé a mi unidad hacia los alrededores de la residencia del embajador japonés en Lima, apenas se confirmó que comandos del MRTA habían tomado rehenes. Mi equipo rodeó la zona, instalamos un puesto central de comando, y establecimos servicios de patrullaje y seguridad en cada acceso. Era una situación compleja, de altísima sensibilidad diplomática, pero actuamos con rapidez.

Más allá de asegurar el perímetro, comenzamos a trabajar en dos frentes críticos: la planificación de una posible intervención armada y la obtención de inteligencia. Pedimos a la Embajada de Japón datos estructurales de la casa, identificamos entradas y salidas, monitoreamos los residuos que salían de la residencia e intentamos identificar a los miembros del MRTA infiltrados en el inmueble. Fue una operación de inteligencia intensa y silenciosa.

“La operación Chavín de Huántar, es la más exitosa en su género a nivel mundial… es de sacarse el sombrero”

— ¿Cuánto tiempo tardó en diseñarse el plan operativo de rescate por parte de la DINOES?

En 48 horas teníamos un plan de intervención completo. Construimos, con apoyo del municipio de San Isidro, una réplica a escala real de la casa del embajador. La mandamos a fabricar en madera y nuestros efectivos entrenaban allí mañana, tarde y noche. Se tomaban tiempos, se simulaban accesos, y se practicaban incursiones en distintas condiciones. El objetivo era entrar de forma directa, con el mínimo tiempo de reacción para los terroristas.

Solicité granadas aturdidoras, fumígenas, equipos explosivos y apoyo aéreo. Nuestra estrategia se centraba en irrumpir por la puerta principal tras una explosión controlada, aprovechando el factor sorpresa. Incluso había una propuesta para intervenir desde helicópteros si las condiciones lo permitían. Todo estaba listo. Solo faltaba la orden política.

— Sin embargo, finalmente no fue la Policía Nacional la que ejecutó la operación. ¿Cómo vivió esa decisión?

Lo acepté con profesionalismo. El presidente Fujimori y su entorno optaron por que fueran las Fuerzas Armadas quienes ejecutaran la operación. La responsabilidad se trasladó a la Marina y al Ejército, que hicieron un trabajo magnífico. Me quito el sombrero. Chavín de Huántar fue una operación quirúrgica, valiente y altamente profesional. A nivel internacional, es reconocida como una de las más exitosas misiones de rescate en zona urbana del siglo XX.

Siempre he reconocido públicamente ese mérito. Pero también escribí un artículo, publicado en la revista de oficiales generales y en la Legión de Honor de la Guardia Civil, donde expliqué el papel que cumplió la Policía Nacional durante los primeros meses del secuestro. Porque había que honrar la labor silenciosa, sacrificada, y muy profesional que realizamos en la preparación previa.

— ¿Qué motivó ese artículo, y qué mensaje quería dejar en él?

Me impulsó una sensación de deuda con mi institución. Se pensó que la policía solo rodeó el lugar y no hizo nada. Eso no fue así. Tuvimos una planificación operativa detallada, unidades de inteligencia desplegadas, y una moral altísima. Mis efectivos querían ingresar, estaban preparados. Practicamos también operaciones psicológicas internas para elevar la moral y recordarles a los nuestros que la misión era salvar vidas, incluso a riesgo de las propias. Yo mismo, como oficial con formación jurídica, les recordaba que el primer deber del Estado era proteger la vida de los ciudadanos.

— General, si se hubiese autorizado el plan policial en la tercera semana del secuestro, ¿cuál habría sido el balance, según sus cálculos?

Lo digo con total responsabilidad: habríamos rescatado rehenes, pero el costo habría sido mucho más alto. Estimé hasta un 30% de pérdidas humanas. No teníamos aparatos de escucha sofisticados, ni capacidad para cavar túneles como lo hizo el Ejército. La acción nuestra iba a ser directa y frontal. Sabíamos que los subversivos habían distribuido explosivos por toda la residencia, que estaban preparados para resistir, y que no dudarían en atentar contra los rehenes. Íbamos a vencer, sí, pero a un alto precio.

“Si las fuerzas especiales PNP hubiesen intervenido a los pocos días de la toma de la residencia, hubiesen perdido la vida un 30% de los rehenes”

— ¿Cómo ve hoy, más de un cuarto de siglo después, la situación de seguridad en el Perú?

El crimen se ha transformado. Hoy no enfrentamos guerrillas ideológicas, sino mafias empresariales del delito. Narcotráfico, extorsión, trata de personas, sicariato. Y tienen logística, recursos y protección en algunas esferas. Lo más grave es que no tenemos una central de inteligencia unificada. En los años noventa, la victoria contra el terrorismo se logró porque se integró todo el aparato de inteligencia del Estado.

Ahora propongo megaoperativos contra motocicletas sospechosas, con total hermetismo, porque se presume que hay personal infiltrado en la misma policía que filtra información a bandas criminales. También propongo que la policía se acerque a los transportistas informales, quienes conocen mejor que nadie los movimientos de las bandas. Hay que escucharlos. En inteligencia, el dato callejero puede ser más valioso que el reporte de una interceptación.

— ¿Qué debemos recordar, finalmente, de aquella operación?

Debemos recordar que cuando el Estado actúa con decisión, la victoria es posible. Que la vida de los rehenes fue salvada por la inteligencia, la disciplina y el trabajo conjunto. Pero también, que la Policía Nacional estuvo lista desde el primer día. No fuimos actores secundarios. Fuimos parte de una respuesta nacional. La historia debe conocer ese esfuerzo.

Hoy más que nunca, necesitamos retomar esa mística, esa preparación integral y esa capacidad de reacción. Porque el crimen organizado no duerme, y si no actuamos con audacia e inteligencia, el costo social será aún mayor que el de aquel 22 de abril de 1997.

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