China y Estados Unidos (EE.UU.) están inmersos en una confrontación estratégica de carácter multidimensional, en la que, cada vez con más ímpetu y menos disimulo, intentan acrecentar su influencia en desmedro del otro. El caso es que, aun cuando en términos geográficos, y también mediáticos, esta disputa se circunscriba al Indo-Pacífico, región en la que Washington busca impedir que Pekín consolide su presencia en el mar de China Meridional, el caso es que el centro de gravedad de la misma lo constituye el factor tecnológico.
Y en el rubro tecnológico destacan los semiconductores (microchips), materiales capaces de actuar sea como conductores o como aislantes eléctricos. Los más usados en la industria electrónica y de la computación son el azufre, el germanio y el silicio, que se emplean en la fabricación de circuitos integrados, diodos eléctricos, láseres de estado sólido, moduladores de transmisión eléctrica, sensores ópticos y transistores, presentes en los bienes de la vida moderna (automóviles, calculadoras, celulares, computadoras y televisores, entre otros).
Seguridad nacional
Pues bien, apelando a razones de seguridad nacional, Washington está empeñado en fortalecer su posición en las cadenas de suministro global de semiconductores, a fin de reducir la dependencia de chips extranjeros. Prueba de ello es la Ley de incentivos para ayudar a la producción de semiconductores, anunciada a mediados del año pasado, que prevé una inversión de USD 280,000 millones tanto para la investigación y el desarrollo de microchips, como para la construcción y ampliación de fábricas asociadas a estos sofisticados artefactos.
El caso es que el programa en cuestión también brindará una fuente nacional de semiconductores avanzados a las agencias de inteligencia y al Departamento de Defensa, lo mismo que al complejo industrial-militar, teniendo en cuenta que también se utilizan en el desarrollo de armamento sofisticado. Es el caso de los drones y los misiles, indispensables en la guerra moderna, como queda patente en la guerra de Ucrania. Máxime cuando cada vez más se dota a estas armas de inteligencia artificial.
Asfixiar a China
Como sea, EE.UU. no solo aspira a la autosuficiencia en este rubro, sino que también tiene el propósito de sofocar a la industria tecnológica china, negándole el acceso a semiconductores avanzados. Y en el cumplimiento de este objetivo opera con aliados y socios, como Corea del Sur, Japón y Países Bajos, que albergan algunas de las mayores empresas de semiconductores del mundo. A propósito, a fines de junio, Países Bajos anunció nuevas restricciones a la exportación de chips con destino a China, alegando que pueden tener aplicaciones militares.
Así las cosas, a China no le queda de otra que invertir en el desarrollo de una cadena, totalmente, nacional de semiconductores, a fin de alcanzar la autosuficiencia en este rubro. En ese sentido, a fines del año pasado desveló una hoja de ruta que incluye invertir USD 132,000 millones en su industria de microchips. Por lo pronto, en lo que puede considerarse una represalia a las acciones de EE.UU., el 2 de julio anunció controles más estrictos a la exportación de germanio, del cual es el primer productor mundial, lo mismo que de silicio.
Indo-Pacífico
En este contexto, muchas de las acciones que despliega Washington en el Indo-Pacífico están vinculadas a asegurar y diversificar las cadenas de suministro de semiconductores, más que al simple hecho de reforzar la presencia militar estadounidense en esa región. Es el caso del Marco Económico del Indo-Pacífico, suscrito en mayo del 2022 por EE.UU. y otros once países, entre los que están los integrantes del foro QUAD, es decir, Australia, India y Japón, que colaboran con la potencia americana en la contención de China.
A tener en cuenta también el papel de Taiwán en este escenario, dado que este país acapara casi el 65% del mercado mundial de semiconductores. Pues, mientras que China no renuncia al empleo de la fuerza para evitar la independencia de la isla, EE.UU. intensifica sus vínculos políticos, económicos y militares con ella. Por lo que una invasión china de Taiwán, posibilidad que EE.UU. alerta cada vez con más énfasis, podría implicar la destrucción de la industria taiwanesa de microchips y, por ende, ocasionar un daño colosal a la economía global.
❯❯ Carlos Rada Benavides es analista de temas internacionales y de seguridad.