Créditos

Fidel Quevedo / Eduardo Martins

El internacionalista, politólogo y docente universitario, Francesco Tucci, en diálogo con Política y Estrategia, describe cómo la tensión geopolítica entre China y Estados Unidos, que tiene su centro geográfico en el Indo-Pacífico, afecta cada vez más al Perú, en el contexto de la estrategia económica china de expandir su influencia en Latinoamérica y el Caribe, cuya suerte de corolario sería la entrada en funcionamiento del mega puerto de Chancay, que inaugurará Xi Jinping en noviembre próximo. En ese sentido, Tucci advierte que la política de “no alineación activa” que ejecuta el Perú en el marco de sus relaciones con China y Estados Unidos quizá no pueda sostenerse en el tiempo, dada la creciente rivalidad entre esas potencias, por lo que, tarde o temprano, nuestro país tendrá que tomar partido por una de ellas.

La situación geopolítica global se deteriora cada vez más. Tenemos la guerra entre Rusia y Ucrania con la OTAN involucrada, la guerra de Gaza con el potencial de escalar hacia un enfrentamiento directo entre Irán e Israel y, además, crecientes tensiones en el Indo-Pacífico entre China y Estados Unidos. ¿Hacia dónde se encamina el mundo?

Veamos, el sistema internacional ya no es bipolar, como en la Guerra Fría, ni unipolar, como al término de ese periodo de la historia. Y dado que ahora es multipolar, ya no existe la previsibilidad. Tenemos a Estados Unidos, que es el hegemón en crisis, pero que todavía quiere mantener su primacía en el sistema internacional. Tenemos a China, que es una potencia mundial que va a acumulando más y más poder, con un ascenso ya consolidado desde el punto de vista económico. Tenemos a Rusia, que está desafiando a Estados Unidos y a la OTAN. Tenemos a India, que es una potencia económica notable y es el país más poblado del mundo. Entonces, el escenario es más complejo y menos predecible, lo que hace que en el sistema internacional se presenten diferentes situaciones conflictivas.

Tenemos la guerra en Ucrania y el conflicto de la franja de Gaza, pero no debemos olvidar lo que ocurre en el Indo-Pacífico. Recuerdo varios discursos de Xi Jinping donde establecía, claramente, que, antes del centenario de la victoria de Mao, Taiwán tenía que regresar y estar bajo control chino. Taiwán es considerada una provincia rebelde, ejemplo paradigmático de un Estado que no obtuvo reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Ni Estados Unidos reconoce a Taiwán, porque si lo hiciera no podría tener relaciones diplomáticas con la China continental.

¿Comparte la idea de que, más allá de la preeminencia política y militar que tiene la guerra de Ucrania, la región geográfica de mayor importancia estratégica para Estados Unidos es el Indo-Pacífico?

Sí, sin duda. La expansión de la OTAN y la consiguiente reducción de la esfera de influencia de un Estado que quiere ser una potencia mundial, como el caso de Rusia, claramente, iba a comportar consecuencias políticas, estratégicas y económicas que han determinado esta disyuntiva de Putin de atacar con todo. Pero Estados Unidos está preocupado por el ascenso chino. Durante diferentes reuniones de la OTAN, sobre todo desde el 2021, se definió a Rusia como una amenaza, con voluntad hostil hacia Occidente, y a China como una preocupación. Todavía no tiene una voluntad hostil, pero preocupa su gran ascenso y la estrategia que está llevando adelante con la Nueva Ruta de la Seda, que tiene como finalidad alejar a Estados Unidos del Indo-Pacífico, sobre todo del mar de China Meridional.

En el 2019, cuando era presidente (Martín) Vizcarra, se firmó un memorándum de entendimiento con China, porque Perú es parte de la prolongación de la Nueva Ruta de la Seda y por eso el mega puerto de Chancay es parte de ella y de un diseño geoestratégico que va mucho más allá de pensar en infraestructuras. Están todas relacionadas para extraer recursos y movilizarlos alrededor del mundo, creando un cinturón que sirva al crecimiento y al desarrollo de China. Eso debería preocuparnos, porque cuando China propone iniciativas en temas de infraestructuras mira, esencialmente, sus beneficios. Hay que tener mucho cuidado, porque en África se ha aplicado la trampa de la deuda, el modelo angolano, desde el 2002 o 2003. Por suerte, varios países latinoamericanos, sobre todo el Perú, tienen una baja exposición a los préstamos chinos, a diferencia de Venezuela o Brasil, cuya deuda es mucho mayor.

La extensión de la Nueva Ruta de la Seda a Sudamérica está creando una manifiesta preocupación en Estados Unidos. Las visitas de la jefa del Comando Sur a la región son cada vez más frecuentes, de la mano con un discurso que advierte sobre el supuesto peligro que implica la presencia económica china para la democracia y el medio ambiente. En este contexto, un artículo del “Financial Times” de octubre del año pasado señalaba que el Departamento de Estado había expresado preocupación al gobierno del Perú por la infraestructura china en Chancay. ¿Cómo cree que va a evolucionar esta situación en el marco de esta disputa geopolítica?

Bueno, creo que Estados Unidos se ha dado cuenta demasiado tarde que China ha entrado con fuerza en América Latina. Ello ocurrió bajo la presidencia de Hu Jintao, quien fue el primero en hablar de ascenso pacífico en un mundo armonioso involucrando a los socios comerciales latinoamericanos. Una estrategia de largo alcance que comenzó hace décadas. Estados Unidos se ha despertado con (Donald) Trump, quien fue el primero en darse cuenta que una estrategia de contención basada en acuerdos comerciales para contener a China no iba a funcionar. Mirando la balanza comercial, los norteamericanos se han dado cuenta que con China no les iba bien en la balanza comercial, por el déficit que tenían, porque Estados Unidos vende a China, básicamente, insumos, mientras China vende a Estados Unidos productos tecnológicos con valor agregado. Trump se percató de ello y empezó una guerra comercial, que (Joe) Biden continúa.

China ha comenzado con fuerza en América Latina y en muchos países es el primer o segundo socio comercial. Estados Unidos no puede presionar cuando China ya echó raíces en las economías de varios países. En el caso del Perú, primero es China, después Estados Unidos. Ahora bien, como se sabe que los sistemas de armas de los países de América Latina son obsoletos, los norteamericanos quieren ingresar con armamento, es decir, afianzar alianzas desde el punto de vista político-militar y desde ahí poder, eventualmente, escalar en infraestructuras. Veamos, también en el 2019 Perú firmó otro memorándum de entendimiento, esta vez con Estados Unidos sobre el programa de construcción de infraestructuras América Crece. Pero es China la que ha comprado diferentes plantas, sobre todo la segunda más importante de producción de energía eléctrica en Perú. La estrategia de varios países latinoamericanos, incluido el Perú, es la no alineación activa. Teóricamente, no están con Estados Unidos ni con China, equilibrando las ventajas y desventajas de las relaciones con los dos para lograr lo mejor que se pueda en esta contienda geopolítica. Así, a Estados Unidos solo le queda lo político-militar y lo cultural, porque pertenecemos a la civilización occidental y tenemos valores comunes. Honestamente, creo que la intervención norteamericana va a ser bastante severa, porque Estados Unidos, se desinteresó de América Latina desde la presidencia de Bill Clinton y solo con Trump ha recordado que existía lo que ellos llaman patio trasero.

A mediados del 2022, Estados Unidos lanzó la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas como medio de fortalecer la cooperación económica con los países de la región. ¿Es una medida demasiado tardía a su juicio?

Definitivamente. Una iniciativa de este tipo se tenía que haber lanzado en el 2001 o 2002, no en el 2022, cuando China ya se ha metido en las economías de varios países. Su reacción ha sido demasiado tarde.

En todo caso, intriga saber cómo se explica el hecho de que Estados Unidos se haya dormido y reaccionado tan tarde, cuando hace dos décadas ya se estaba difundiendo este tema del gran puerto del Pacífico, que China ya requería desde el 2004. ¿Cómo no ha podido advertir esa situación?

Es algo increíble, porque hubo el super ciclo de las materias primas desde el 2001 hasta el 2014, donde China ha comprado a lo loco en América Latina y ha determinado también lo que Maristella Svampa define como reprimarización de la economía de Brasil, que, en vez de apostar por valor agregado para fomentar su industria, apostó por materias primas para obtener plata fácil. Cuando termina la Guerra Fría, Estados Unidos se considera el único ganador, se presenta un momento unipolar sobre cuya duración discrepan varios autores. Vamos a considerar que comenzó en 1991 y terminó el 11 de septiembre del 2001 o en el 2008, con el surgimiento de la crisis financiera internacional, en la que necesitó el apoyo de China para salir adelante. En este período, Estados Unidos quiso ser el policía mundial. Se metía en todos lados, porque era la única super potencia.

Pero luego se centra con Obama en la contención de China, con una estrategia sin mirar a América Latina. No sabían que China había comenzado a ingresar con fuerza como socio comercial. En el caso de Perú, en el 2010 China era ya su primer socio comercial. Habían subestimando la capacidad china de penetración en la economía de los países latinoamericanos. La característica de los chinos es que tienen una visión autoritaria del poder, con una estrategia de largo plazo, siguiendo lo que dijo Deng Xiaoping en 1978: “ocultar las capacidades hasta el periodo en el cual yo seré tan fuerte y asertivo que podré reivindicar mi lugar en el sistema internacional”. Eso lo está haciendo Xi Jinping. Los norteamericanos no se han dado cuenta y han subestimado la capacidad china de crecer y desarrollarse, y eso es muy peligroso, porque es una percepción equivocada del otro. Deberíamos estudiar mucho más las teorías, el enfoque cultural de los chinos en las relaciones internacionales. No enfocarnos solo en nuestra visión etnocéntrica occidental, porque lo que dijo Fukuyama en su libro “El fin de la historia y el último hombre” no ha pasado. No se han universalizado los principios de la democracia occidental, hay muchas alternativas a la democracia liberal.

Es interesante lo que refiere acerca de que, difícilmente, Estados Unidos va a poder sortear el predominio económico de China en la región, por lo que se va a centrar en reforzar la narrativa de defensa de la democracia, y en afianzar los vínculos en materia militar y de seguridad. 

Puede ser la única manera para intentar ingresar otra vez a los países latinoamericanos y después intentar sacar a los chinos. Aunque será difícil, porque cuando tenemos una fuerte penetración de China… Las empresas que se han constituido en los países latinoamericanos son de capitales chinos, con sedes en Brasilia, Buenos Aires o Lima. Han sido muy inteligentes en esto. Se debe tener cuidado, porque no se tiene una idea real de la influencia de los capitales chinos, sus inversiones son indirectas. Una posible represalia económica podría ser fatal en países como los latinoamericanos, que dependen de la exportación primaria y que no han diversificado. Eso es un grave problema para los países latinoamericanos, que son vulnerables en términos económicos y China tiene todas las palancas para golpearlos. Solo queda estar preparados, porque tarde o temprano Estados Unidos preguntará: “¿estás conmigo o estás contra mí?” ¿Qué van a hacer los países donde China tiene la economía en sus manos? Será complicado. Por eso, la no alineación activa, tal como se están desarrollando las relaciones con China y Estados Unidos, yo la veo difícil. Se puede realizar, pero no sabemos si será efectiva.

Es un panorama bastante complejo, porque queda la incertidumbre sobre qué va a pasar con la posición de nuestro país, cómo va a repercutir en la economía y en otros aspectos.

Lamentablemente, está faltando un norte a la dirección política de grave inestabilidad en el país. Los temas de política exterior ahora están en segundo plano. Hay choques institucionales, un Congreso y una presidenta que, desde un punto de vista político, quieren sobrevivir para llegar a las próximas elecciones. Eso no permite elaborar una estrategia que no sea solo de gobierno, sino de Estado. Considerando la relación con estas grandes potencias, la política del Perú debe ir mucho más allá de la duración de un mandato presidencial, hay que elaborar una estrategia, sea que haya un presidente de derecha, centro o izquierda. No podemos permitirnos tantos errores, porque se pueden generar tensiones y dependencias, como ha sucedido con el mega puerto de Chancay. Cómo es posible que, después de tanto tiempo, las autoridades se dan cuenta recién que hay un problema con la exclusividad… Este año va ser complicado para el Perú, va a presidir el foro APEC y Xi Jinping quiere inaugurar el mega puerto de Chancay. Ese es un mensaje político fuertísimo. Recién se dan cuenta de eso por incompetencia o quizá por presión norteamericana.

Es cierto lo que dice, carecemos de una visión de Estado. La política exterior se ve afectada por el desgobierno y la incertidumbre política. Vivimos mirándonos el ombligo y eso nos va a pasar factura, porque las cosas de afuera nos van a comer más temprano que tarde.

Sí, porque desde la presidencia de PPK vivimos una inestabilidad fatal que hace que, lamentablemente, los temas de política exterior sean los últimos que importan. Y eso es gravísimo, porque quiero recordar que el Perú recibió la invitación para ingresar a la OCDE al club de los países ricos… Lamentablemente, las luchas de poder dentro del país, de bajo nivel, afectan también el marco internacional. ¿Quién debe sostener el peso de todo esto? El presidente o presidenta (de la República) debe establecer la política exterior con el canciller, no es el canciller quien debe hacerlo. El presidente es quien debe dar una dirección a los diplomáticos; de otra manera, se va a navegar sin un norte, porque no hay estrategia.

Si tenemos presidentes que no saben nada del foro APEC, de la Alianza del Pacifico o de la dependencia china en la economía, entonces eso resta capacidad y, en el caso de la infiltración de intereses privados y estatales chinos, eso puede afectar la independencia del país desde el punto de vista de comercio e infraestructuras críticas. ¿Qué haremos cuando tengamos presiones fuertes por parte de China y Estados Unidos? Estaremos entre el yunque y el martillo. Porque tarde o temprano vamos a tener que decidir con quién vamos a estar. Puede que no sea mañana, que sea en cinco o diez años, pero será antes del 2049, cuando se cumpla el centenario de la victoria de Mao, porque China quiere solucionar el tema de Taiwán por las buenas o por las malas.

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