A inicios de la década del 2000, se empezó a tomar conciencia sobre la carrera entre Perú y Chile por consolidar, en sus respectivos litorales, lo que sería el gran puerto del Pacífico, o como hoy denominan los chinos “la nueva ruta de la seda”, es decir, una extensa vía que cruzaría el océano más grande del mundo para establecer el puente entre China y Sudamérica, en procura de minerales como el cobre, y de alimentos como la soya del Brasil, insumo fundamental en la dieta de sus más 1400 millones de habitantes.

Hace más de veinte años se estimó que el movimiento financiero que generaría este gran puerto del Pacífico, en su primera década de operaciones, estaría en el orden de los US$ 400 mil millones… o su equivalente en yuanes.

A menos de un año de entrada en operaciones del megapuerto de Chancay, cuyo accionista mayoritario es la empresa estatal china Cosco Shipping Ports, todo parece indicar que la carrera por consolidar al gran puerto, finalmente, la ganó el Perú.

Sin embargo, es en esta última etapa en donde se debe “hilar muy fino”, en la medida en que la realidad geopolítica internacional no solo afecta a nuestro tradicional rival del sur, sino que también descoloca a los propios intereses de la mayor potencia económica y militar del orbe, los Estados Unidos.

La muerte del dólar

Ante la inminente entrada en operaciones del puerto de Chancay, se hace cada vez más notoria la preocupación de la posible pérdida de valor de la moneda estadounidense en Sudamérica. Chancay no solo abriría las puertas a un flujo comercial inmenso, sino que podría constituir el inicio de la desdolarización en esta parte del continente.

“La balanza comercial entre Perú y China es bastante equilibrada y si se incrementa en volumen, como se espera con el mega puerto, las negociaciones comerciales entre China y Asia en general podrían hacerse en monedas distintas al dólar, particularmente en el yuan, que en la actualidad se viene expandiendo en todo Asia (la India y el mundo árabe)”, versión que circula profusamente en redes sociales.

El temor está plenamente justificado, en tanto que falta muy poco para el inicio del proyecto, a pesar de los sucesos que podrían detener el avance de la construcción del puerto, como el lamentable perjuicio a los habitantes del poblado de Peralvillo en Huaral ocurrido el 16 de mayo úktimo.

Allí se registró el hundimiento parcial de diez casas y dos vehículos, producto del colapso de una parte del túnel subterráneo, concebido para el tránsito de carga pesada, a pocos metros del kilómetro 80 de la carretera Panamericana Norte, tramo en donde se localiza el puerto de Chancay.

Variable política (¿politiquera?)

Ante el desastre, un gran grupo de vecinos decidió tomar las instalaciones de Cosco Shipping Ports para demandar la reubicación de las viviendas que se sitúan sobre la construcción del túnel. La empresa, por su parte, anunció que se hará cargo de los daños ocasionados.

Es en este contexto donde la Comisión de Fiscalización y Contraloría del Congreso inició, el 6 de junio último, las indagaciones preliminares del caso de hundimiento de suelo en Peralvillo.

“Esta comisión siempre va a defender los intereses de la población y de los peruanos (…) No vamos a permitir que ninguna empresa, extranjera o nacional, perturbe la tranquilidad de los peruanos, de Tumbes a Tacna”, indicó el presidente de ese grupo de trabajo, Héctor Ventura Angel, representante del partido Fuerza Popular.

El legislador garantizó que no se tolerará “ninguna falta de respeto hacia los peruanos y menos a los derechos consagrados en nuestra Constitución”. En esa línea de razonamiento, corresponde preguntarse ¿qué acciones desplegará el congresista Ventura para salvaguardar el respeto a la ciudadanía?

En tanto, la parlamentaria Vivian Olivos (también de Fuerza Popular) saludó que la comisión fiscalice a la referida empresa y a la obra que realiza en Chancay. Lamentó que la población de esa parte del país “no tenga aún respuestas claras sobre lo sucedido”.

Así, una potencial amenaza contra el proyecto, acaso el más importante del país en el presente siglo, empieza a configurarse, cortesía del poder del estado más impopular entre los peruanos.

Tensiones de larga data

Medios antimineros venían recabando desde el año 2020 denuncias contra la construcción del megapuerto. La ONG Mundo Azul advertía de cincuenta omisiones e inconsistencias en el documento de la Modificación del Estudio de Impacto Ambiental (MEIA) del proyecto “Ampliación de la Zona Operativa Portuario – Etapa 1 del Terminal Portuario Multipropósito de Chancay”. El autor y director de la citada organización, Stefan Austermühle, detalló que la información presentada registraba “manipulaciones”.

Una de ellas, trataba sobre la desaparición de al menos 195 metros de playa hacia la zona norte, lo cual haría que “el mar avance hasta el pie del acantilado, minando sus bases gradualmente”, alertó la ONG, financiada por diversas fundaciones ecologistas como “Mar Fund”, “The Summit Foundation”, “New England Biolabs Fundation”, “Idea Wild”, etc.

Sin embargo, si se trata de recordar tensiones, de alguna manera vinculadas a una “futura” construcción del megapuerto, podríamos recordar la suerte de amago de estrés militar entre Perú y Chile, entre el 2002 y 2003, como consecuencia de la renovación de equipamiento bélico en el vecino del sur, que invirtió miles de millones de dólares en su flota aérea de combate (más de cuarenta F-16 de fabricación norteamericana) además de la adquisición de fragatas modernas, aunque de segundo uso, provenientes de Reino Unido y Países Bajos.

El “escándalo” resultaba al notar el gran volumen de insumos y equipos de combate adquiridos por Chile, que rivalizaban con el poder de fuego del gigante Brasil, con un territorio y población, más de diez veces mayor que el país mapocho.

Aunque la doctrina de defensa chilena argumentaba sobre la necesidad de salvaguardar a su territorio de un eventual conflicto que sostuviera tres frentes de guerra en simultáneo (“Hipótesis Vecinal Máxima” o HV3), lo cierto sería que una superioridad militar absoluta sobre su competidor más cercano –el Perú– en la gran carrera por consolidar al “gran puerto del Pacífico”, constituía una variable crucial para lograr sus objetivos “por la razón o por la fuerza”, como indica el lema en su escudo nacional.

DATOS CLAVE

  • En las últimas dos décadas, las inversiones de China han crecido rápidamente en América Latina en distintos sectores. En este sentido, el nuevo puerto peruano de Chancay aparece como un importante proyecto para Beijing. Al mismo tiempo, representa una oportunidad para mejorar el posicionamiento estratégico de Perú, cuyas implicancias regionales impactarán en Chile.
  • En 2019, la estatal china Cosco Shipping Ports ingresó al proyecto Puerto Chancay al adquirir el 60% de las acciones; mientras Glencore tiene el 40% restante. Cosco Shipping Ports es parte del grupo Ocean Alliance, que transporta el 40% de la carga global y cuenta con terminales en China continental, Sudeste Asiático, Medio Oriente, Europa, América del Sur y el Mediterráneo, gestionando 297 terminales en 37 puertos.
  • El Puerto de Chancay contribuirá al descongestionamiento, brindando mayor rapidez, eficiencia, dinamizando la economía del país, impulsando las exportaciones y generando nuevas oportunidades de negocio.
  • El megapuerto, ubicado a 80 kilómetros al norte de Lima, será uno de los puntos clave para la salida de las materias primas que la región exporta a China, como el cobre y otros minerales que Perú produce. Esta construcción supone una inversión enorme, de al menos US$ 3,600 millones, según las proyecciones oficiales.