Créditos

Coronel FAP (r) Abraham Lescano Salazar

En el ámbito de la inteligencia militar, naval y aeroespacial se dispone de personal formado y capacitado en las respectivas escuelas de inteligencia del país y el extranjero. Profesionales y técnicos de diferentes áreas que han sido, adecuadamente, reclutados por sus competencias y perfil personal para integrarse a las agencias de inteligencia del Estado, quienes integran el Sistema de Inteligencia [1]. Ellos ponen en práctica diversas técnicas y modalidades para la búsqueda, colección y obtención de información de interés para la producción de inteligencia.

El procesamiento de las informaciones, análisis de inteligencia y difusión del conocimiento anticipado demanda un proceso continuo de capacitación, que incluye calificaciones en inteligencia humana (HUMINT), de fuente abierta (OSINT), de imágenes (IMINT), de señales (SIGINT), electrónica (ELINT), de comunicaciones (COMINT), de redes (NETINT), de medición y datos (MASINT), geoespacial (GEOINT) ciberinteligencia (CYBINT), de redes sociales (SOCMINT), operaciones psicológicas (OPSIC) y contrainteligencia (CONINT).

Las capacidades operacionales de inteligencia antes descritas han evolucionado en el tiempo, a la par de los adelantos tecnológicos, particularmente, en las áreas de la información y las comunicaciones. Hay nuevos vectores de amenazas que configuran escenarios complejos y entornos sociales altamente conflictivos, con una gran variedad de actores y autores, difíciles de visualizar con la oportunidad y detalle que demandan los responsables políticos y militares, así como los empresarios para tomar mejores decisiones.

Esto requiere competencias particulares de las agencias de inteligencia, quedando atrás las tradicionales actividades de espionaje, propaganda, sabotaje, criptografía y criptoanálisis, interceptaciones y operaciones clandestinas, entre otras, que configuraron en el ideario colectivo una percepción tergiversada de la actividad de inteligencia.

El personal militar y civil de inteligencia durante su desarrollo profesional presta servicios en diferentes unidades de sus instituciones y localidades del país, donde, además de fortalecer su identidad y formación como agentes y analistas de inteligencia, adquieren un conocimiento diferenciado de la realidad nacional e internacional, generando competencias particulares para el desarrollo de trabajo de campo y gabinete.

Y trabajando sobre vectores de riesgos y amenazas convencionales, asimétricas e híbridas para la seguridad, la defensa y el desarrollo nacional, que hoy ejercen su accionar a nivel multidominio y en el dominio del ambiente de la información, en entornos inciertos, complejos, conflictivos y dinámicos. Incluido el fenómeno de la guerra misma, con las complejidades que ello demanda, particularmente, en el siglo XXI, caracterizada por los grandes flujos de información, desinformación, propaganda y contra propaganda diseminada en las denominadas operaciones de información.

La irrupción de fenómenos sociales en la agenda política de los Estados evidencia lo complejo que puede ser detectar los indicios pertinentes para que los analistas de inteligencia los identifiquen, correcta y oportunamente, de forma tal de brindar las alertas respectivas para que los gobiernos y empresas, según sea el caso, prevean las acciones que les permitan gestionar, adecuadamente, los niveles de riesgo para sus propios intereses y el entorno en el que desarrollan sus actividades. Identificar y caracterizar a los actores y autores que configuren vectores de peligro, riesgo y amenaza, de forma tal de disponer de información veraz, útil y oportuna para tomar mejores decisiones en un contexto complejo, caótico y difícil de visualizar.

La demanda de analistas en inteligencia estratégica está en auge, quienes, de una u otra forma, son la primera línea de defensa y alerta temprana, al predecir los escenarios de riesgo y disminuir la niebla que permita visualizar el entorno desde la perspectiva de la inteligencia estratégica. Lo cual demanda de los mismos colegiar el manejo de la información con equipos de trabajo multidisciplinarios para la formulación de hipótesis, identificación de variables y vectores de amenaza, entre otros factores que contribuyan al análisis de los expertos para producir conocimiento anticipado.

Al respecto, existe una imperiosa necesidad de generar una Cultura de Inteligencia entre productores y usuarios de la inteligencia producida, toda vez que, muchas veces, se evidencia entre los tomadores de decisiones (políticos, autoridades civiles y militares, asesores, entre otros) desconocimiento de las capacidades de las agencias de inteligencia estatales, y también particulares, y de las mismas necesidades de la información que requieren para disminuir la incertidumbre existente en todo proceso de toma de decisiones.

Ello dificulta direccionar a las mismas agencias, generando un vacío fundamental en el denominado Ciclo de Inteligencia, que permite saber qué vacíos de información deben ser resueltos por los agentes y analistas de inteligencia, sean estos para la conducción política; el logro de los objetivos nacionales, políticos e institucionales; el desarrollo de los planes estratégicos; la implementación de políticas públicas; y la protección de los activos estratégicos, entre otros, que muchas veces, ante la indiferencia o falta de conocimiento, tienen que ser autoimpuestos por quienes dirigen las actividades de inteligencia, basados en la experiencia, los planes de inteligencia y la continuidad que demanda tan importante labor.

[1] Integración de todas las agencias de inteligencia, que, bajo una misma doctrina de empleo y organización, producen el conocimiento requerido por los decisores de los diferentes niveles de gobierno, incluidos aquellos sectores que por el manejo de información de su competencia puedan sumarse a reducir la incertidumbre.