El economista Alejandro Indacochea sostiene que, para el 2024, el panorama económico del Perú se muestra ensombrecido por la caída de las expectativas empresariales, vinculadas a la inestabilidad política, la inseguridad ciudadana, los conflictos sociales y los eventos climáticos adversos. El analista hace hincapié en que ningún país crece solo con gasto público y que por ello se requiere de la inversión privada. Advierte que el Perú se puede consolidar como el país de las oportunidades perdidas, al desaprovechar el auge del cobre en el mundo y al no destrabar más USD 54,000 millones en proyectos mineros.

Las proyecciones de crecimiento de la economía peruana para este año son preocupantes y para el 2024 apenas son mejores. ¿Cómo impacta esto en las expectativas empresariales?

Lo que va a ocurrir este año es un retroceso de la economía peruana, que va a caer 0.5%, por primera vez después de 22 año. Ahora, la recuperación económica se va a producir en un contexto internacional que no es favorable, pues está la guerra en Ucrania y el conflicto en Medio Oriente, además de que China ha decrecido. Aun así, tenemos precios favorables en la minería. Entonces, creo que el gobierno, cuando brinda estimados para el próximo año, lo hace jugando a un rebote estadístico.

Acá hay dos factores de por medio. El primero es que el próximo año va a haber un rebote estadístico: si yo caigo 30 metros bajo tierra, pero subo 20, no es que haya crecido, pues sigo diez metros bajo tierra. Entonces, el próximo año, inevitablemente, va a ocurrir un rebote estadístico con respecto a la caída de este año. El segundo factor es que todavía no sabemos, no tenemos en claridad, el efecto del Niño Global, cuyos pronósticos son bastante referenciales.

En esa línea, ¿en qué medida el impacto del Niño Costero y las tensiones sociopolíticas debilitarán el crecimiento de la economía para el 2024?

Se indica que será un Niño moderado, pero sus efectos no van a dejar de sentirse. Estamos hablando de sequía en el sur, con los agricultores, lo que significa exportación de anchoveta, a nivel de pesca. Los efectos más fuertes serán a nivel del pequeño agricultor, el deterioro de la infraestructura, el daño en energía eléctrica, pues las hidroeléctricas en el sur no tienen suficientes recursos hídricos para seguir generando energía. Hay que considerar, con el daño en la infraestructura, las plagas que pueden afectar la salud de la población. En ese aspecto vemos que recién se está reaccionando. A nivel de los gobiernos locales y regionales se sabe que hay ineficiencia y corrupción, y no llegan al 50% en ejecución del presupuesto contra el fenómeno del Niño.

¿Cómo podría el Perú sortear la desaceleración global, la inestabilidad financiera y las tensiones geopolíticas?

Primero tenemos que aceptar la realidad. Hay que dejar esa actitud absurda del ministro de Economía de ir a la CADE y pedir a los empresarios que dejen el pesimismo y que con ello vendrán las inversiones. Es la óptica de un funcionario público que permanece años como viceministro, su visión del contexto como servidor público. Es decir, hay que dejar ese absurdo optimismo que hay de por medio. Tenemos que reconocer que hay, evidentemente, problemas internacionales, pero el mercado global nos está favoreciendo: tenemos buenos precios en minerales y no tenemos ni un solo proyecto nuevo en minería. Hay 47 proyectos mineros que significan 54,000 millones de dólares, según el Ministerio de Energía y Minas, y requieren de autorización estatal para empezar a ejecutarlos, y no hay nueva inversión para los próximos años.

Para mí, básicamente, lo primero para atraer la inversión es superar la inestabilidad política, lo que representa una responsabilidad compartida entre el Congreso y el Ejecutivo. A esa inestabilidad política le sumamos la inseguridad ciudadana y la corrupción. Esa es la primera variable que debemos tratar en un país donde existe un Legislativo y un Ejecutivo que lo único que tienen como meta es llegar al 2026 y seguir disfrutando el poder con un silencio cómplice de la situación. Entonces tenemos que atraer inversión aceptando la realidad y deberíamos hacer una agenda mínima como país para poder llegar a ese 2026 con perspectivas de mejora.

¿Cuál es la ruta para recuperar la inversión minera y, en general, la apuesta privada en nuestro país?

Se requiere de un acuerdo de estabilidad política para el país y de un Congreso que no siga legislando en contra de los intereses de la población. Han hecho que retornen las “universidades chatarra”, el tránsito informal, incorporan 15,000 maestros en contra de la meritocracia magisterial, toman dinero del fondo de contingencia para gasto público; con total indiferencia cogen 42,000 soles para beneficiarse en navidad en un país donde hay casi diez millones de pobres, pues estamos hablando de una situación de riesgo alimentario que compromete a casi 15 millones de personas. Entonces hay una indiferencia extrema ante ello y toda esta situación es lo que más afecta a la inversión. Y para poder atraerla hay que establecer una agenda mínima para mover los 47 proyectos mineros que están estancados.

También hay que tomar acciones para la reforma del sistema político, donde los pocos avances que se habían dado para fortalecer los partidos han retrocedido para volver a favorecer a las cúpulas. Otro aspecto a tener en cuenta es la inseguridad ciudadana, que no está aislada de la parte económica. Simplemente, un país en el cual vemos que la minera Ponderosa es asaltada con asesinatos, es una imagen que trasciende a nivel internacional y proyecta una realidad aterradora sobre la inseguridad ciudadana en el Perú.

¿Cuál es el principal proyecto minero postergado que debería reactivarse?

Están “Tía María”, “Antamina”, que está esperando autorización, donde hay en juego 2,000 millones de dólares; “Zafranal”, en Arequipa, 473 millones de dólares; “Magistral”, en Ancash, 493 millones de dólares; “Romina”, en Lima, 150 millones de dólares…  Son los que están esperando autorización, no hablamos de los 47 proyectos que están en cartera, que son más de 54,000 millones de dólares, o sea, estamos perdiendo el carro de la historia, tal como fue en la época del guano y del salitre, donde lo único que generaron los gobiernos fueron riquezas efímeras, coyunturales, corrupción y el país quedó igual de pobre. Acá estamos perdiendo la época de oro de lo que significa la demanda de los minerales en el mundo, con el precio del cobre que, a pesar que China se desacelera, mantiene un precio atractivo, con la demanda que viene de los carros eléctricos. Entonces, es increíble cómo el Perú se constituye en un país de oportunidades perdidas.

Sin inversión privada no hay desarrollo. Ningún país crece, realmente, solo con gasto público, llámese “Con Punche Perú”, “Reactívate Perú”, etc. Muy ingeniosos los nombres, pero es gasto público. Pienso que la presidenta Dina Boluarte debe cambiar su gabinete. Máxime, con un “Congreso de la vergüenza” que hoy tiene el Perú.