Créditos

Marco Velarde Rodríguez *

Guyana y Venezuela son dos naciones caribeñas vecinas desde tiempos coloniales, cuando los reinos de España y Gran Bretaña las gobernaban, mediante una capitanía general (1777-1810) y una administración colonial (1814-1966), respectivamente. Ambos son Estados soberanos, pero su historia siempre estuvo marcada por los desencuentros, principalmente, por la posesión y el control del Esequibo, extenso territorio de 160,000 km2, rico en recursos naturales como oro, uranio, petróleo y gas natural, que se encuentran hoy bajo dominio de Guyana.

Prácticamente, la controversia surge desde inicios del siglo XIX, cuando Venezuela como Estado soberano recibe por sucesión los territorios que pertenecieron a la antigua capitanía general, incluida el Esequibo, denominado Guayana Esequiba por Caracas. Pero, debido a la falta de un tratado de límites y las invasiones de colonizadores neerlandeses y británicos, puede afirmarse que Venezuela nunca ejerció una posesión efectiva sobre este territorio, que incluye el mar adyacente con su respectiva zona económica exclusiva y el espacio aéreo que lo cubre.

En 1841 Venezuela protestó contra Gran Bretaña por las invasiones al oeste del río Esequibo. El tema pudo resolverse debido a la colaboración de los Estados Unidos, mediante el Laudo Arbitral de Paris de 1899. Sin embargo, debido a acusaciones de fraude sobre el procedimiento, Venezuela buscó impugnar el laudo.

Posteriormente, los gobiernos británico y venezolano adoptaron el Acuerdo de Ginebra de 1966 para buscar una solución negociada y, en caso de no llegar a ella, se recurriría a un tribunal internacional. Luego de que Guyana se independizó en 1966, el recurso que aceptaron ambas partes (Guyana y Venezuela) fueron los buenos oficios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y luego el recurso de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para determinar la delimitación de la frontera terrestre entre ambos países.

Razones que podrían alimentar el conflicto

Existen cuatro razones a considerar para que el gobierno de Nicolás Maduro lleve a cabo un escenario de conflicto armado contra Guyana. La primera es la posibilidad de adquirir por la fuerza un territorio con riqueza natural abundante, que incrementaría sus reservas de petróleo y gas natural. La segunda, y como consecuencia de lo anterior, las concesiones por la explotación y venta de dichos recursos traerían beneficios financieros que el régimen autoritario venezolano necesita, desesperadamente, para paliar la severa crisis económica de su país.

Tercera, la creciente oposición en el escenario interno por la reelección de Maduro en los comicios presidenciales del 2024, frente a una empoderada candidata opositora como María Corina Machado, complica el panorama político, que podría suspenderse en caso de un conflicto con Guyana, alegando razones de seguridad nacional. Cuarta, el escenario internacional adverso que tendría Venezuela al oponerse a un fallo desfavorable de la CIJ que otorgue todo o gran parte del Esequibo a Guyana.

Situación compleja en que las grandes potencias mostrarán su apoyo (Rusia e Irán) u oposición (Estados Unidos y Reino Unido) a Maduro en un período de intervencionismo unilateral armado, como el caso de Rusia contra Ucrania y sin clara oposición del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Lecciones de la Guerra de las Malvinas

Similar al caso del Esequibo, otra controversia centenaria que se mantiene en Sudamérica es el del dominio por las Islas Malvinas o Falkland Islands, que se disputan Argentina y el Reino Unido.

Argentina había sido poseedora de las Islas Malvinas y tiene título jurídico desde 1810 como sucesora del Virreinato del Río de la Plata. Tiene derecho a la reivindicación territorial luego de la ilegal ocupación británica ocurrida en 1833. Inclusive, la posición argentina tiene el apoyo y reconocimiento expreso de varios países latinoamericanos, entre ellos del Perú, y de la propia Organización de Estados Americanos (OEA). Sin embargo, a fin de ganar popularidad por los cuestionamientos políticos y la crisis económica, en 1982 la Junta Militar argentina decidió utilizar el conflicto militar para recuperar las Islas Malvinas, en posesión de Gran Bretaña.

Desafortunadamente, por haber utilizado la fuerza, Argentina deslegitimó su justa reivindicación, privándola del necesario apoyo de otros Estados y organismos internacionales. Peor aún, enfrentó sola a la segunda armada más poderosa del mundo, que en pocos meses recuperó la posesión de las islas, infligiéndole una severa derrota militar. Esto conllevó a su vez a la derrota política, que terminó con la salida de la Junta Militar en 1983.

La lección aprendida de las Malvinas es que, si un régimen autoritario que debe enfrentar un escenario interno complejo para su supervivencia busca lograr apoyo popular a través del recurso de un conflicto internacional, debe tener en cuenta una clara percepción respecto al orden internacional que enfrenta, quiénes serán eventualmente sus rivales y que un posible fracaso militar puede significar también su fin. Si Maduro nunca aprendió de las lecciones de la historia, estará irremediablemente condenado a repetirla en el Esequibo.

(*) Marco Velarde Rodríguez – Abogado y magister en Asuntos Públicos y Relaciones Internacionales, especialista en seguridad e inteligencia.